martes, 7 de septiembre de 2010

De como empecé a perder mi memoria

No recuerdo exactamente el momento en que perdí la memoria. Fue un descuido de mi parte. No recuerdo exactamente lo que iba a decir...

Me gustan los ravioles... ¡No!, Los fideos, sí, los fideos con tuco... ¡no! Con pesto. Sí, eso; con pesto. Fideos con pesto.

No recuerdo exactamente el momento en que perdí la memoria... no, me la quité solito, me la extirpé, me la saqué de cuajo. Entonces me perdí, y me busqué. Por todos lados me busqué. Pero claro, como antes de perderme yo, había perdido a mi memoria, no recordaba los lugares por los que me había buscado, y buscarme se volvió una tarea insufrible. Fue desesperante; llegué a pensar que la vida era solo eso: buscarme y buscarme y recordarme y olvidarme en el mismo instante y volver a buscarme y así...

Cíclico destino desmemoriado de buscarse siempre por los mismos rincones.

No recuerdo exactamente el momento en que perdí la memoria. Una hoja en blanco. Vacío. Format dos puntos cabeza., Memoria out. Fue un descuido de mi parte. No recuerdo exactamente lo que iba a decir... ¿Dije esto ya? ¿Dije esto ya? ¿Dije esto ya? ¿Dije esto ya? ¿Dije esto ya? ¿Dije esto ya? ¿Dije esto ya?

Voy a reventarme los malditos puntos negros. Me dedicaré pacientemente a cada uno de ellos. Voy a sacarles el pus hasta agotarlos, y si sangran, voy a seguir escarbando el agujero hasta que no haya más nada. Nada. Absolutamente nada. Nada. Mucha nada. Tanto como mucho de nada. ¡Pobre de mi!

Tuve una deja vú; ¡Deja, Vú! Vú, vú, vú, vú, busqué por todas partes a mi memoria... la extrañaba pero no me acordaba por qué... ¡Ahí está la madre del borrego! ¡La madre que lo parió! ¡La puta madre que los re parió!... ¡Ahhhhh! Necesitaba eso: un desahogo. Y salí del ahogo... y me acordé; ¡sí! Me acordé y casi en el mismo momento olvidé de nuevo... entones, decidí no intentarlo más. Tuve un instante de claridad y enseguida lo pedí también a él; ¡pero tuve otro!... y también lo perdí... ¡Y otro!... y lo perdí... y así... Al borde de la locura tomé pastillas para la memoria y nada. Probé caramelos, chicles, dulces, salados, raíces, flores, cremas, ungüentos, masajes, jarabes, pomadas, geles, espumas y nada, nada, nada, nada, nada, nada, nada, nada, nada, nada.

No recuerdo exactamente el momento en que perdí la memoria. No lo recuerdo. No me hace cuerda. Me gustan los ravioles con tuco; no con pesto; no fideos, ravioles con fideos!, no, con pesto; ¡eso! ¡Fideos con pesto!

Desmemoria – Amemoria – Inmemoria – Rememoria – Transmemoria – Prememoria.

Ayer, ví a una mariposa posada en las vías del tren... ¿Qué la llevó a gastar valiosísimos instantes de su tiempo en arriesgarse a un terrible embiste? ¿Por qué agita imperturbable su belleza? . No recuerdo exactamente el momento en que perdí la memoria. No recuerdo más que unas alas de mariposa. ¿Ayer?... ¿Ayer? Ayer era larva, gusano, oruga, crisálida de hoy. Arrastrarse sobre una alfombra alimenticia. Eso cómodo. Volar para sobrevivir es lo difícil. Ser la mariposa. Exponerse a que el vidrio te sorprenda de frente en cualquier momento.

No recuerdo lo que cabo de decir. No recuerdo lo que cabo de decir. No recuerdo lo que cabo de decir. No acabo de decir el recuerdo que. Acabo de decir que no lo recuerdo. Decir recuerdo lo que acabo de. Recuerdo que lo acabo de no decir.

Sí,... sí recuerdo. No diría todo esto si no recordase. Fragancias recuerdo, humedades recuerdo, texturas recuerdo, sonidos recuerdo, viejos textos recuerdo. Sensaciones. Recuerdo que una vez amé y una vez morí. Y volví a amar y volví a morir y volví a amar y volví a morir... Morí tantas veces que ya ni las recuerdo. Solo atesoro las que me han sido significantes. Ardí en una hoguera inquisidora. Me dejé morir de hambre. Caminé por la tabla pirata. Disparé a mi corazón algunas veces y varias a mi cabeza. Me envenenaron por amor. Salté al vacío, claro. Abrí mi pecho en innumerables harakiris. Me arrojaron moribundo al río desde un avión. Tiraron cuerdas de mis miembros hasta descuartizarme. Me acuchillaron en el senado. Morí despacio, de viejo; dejándome ir tranquilo. Acelerado, acelerando. De sobredosis, ahogado en vómito. Fui sacrificado a los dioses. Arrojaron mi cuerpo al Ganges y colgaron mi cabeza en una plaza. Fui pasajero del Challenger. Talibán suicida. Estuve en Aschwitz, Hiroshima, Nagasaky, Chernobil, Kabul, Bagdad, en el Manuel Belgrano, en Atocha, en Pompeya y en Tenochtitlán. Sufrí todas las dolencias. Me coagulé, derramé, ramifiqué y necrosé.

Y volví a nacer tantas veces... Recuerdo exactamente el momento, tirada en el piso latiendo sobre un charco de tinta, mi memoria. Recuerdo cada uno de los ínfimos detalles... Un reptil emocional bajo su propio sol. Viejas carcazas muertas. Nada. Envases vacíos. Almas huecas. Memorias descamadas. Mudas enmudecidas. Cajas de recuerdos tiradas por el piso del cerebro en un absoluto desorden.

Deslumbrante y siniestra revelación del rodaje de la película de mi vida.
Ser mi propia hoja en blanco.
Reciclarme las veces que sea necesario.
Y ser también la tinta que escribe sobre mi cuerpo hasta agotarse.
Esa es mi memoria:
la tinta con la que me escribiré
mañana.


2007

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