Como todas las cosas que cuando se pasan de un punto, dan
la vuelta y aparecen por el otro lado, volví a comprobar anoche esta verdad
irrefutable en la tristeza de un llanto desconsolado.
Cuando no alcanzan los ojos para expulsar la congoja que
nos invade y se comprometen más órganos en este acto primitivamente humano, es
cuando se emparenta notablemente con su prima hermana la risa. Las
interjecciones sonoras, las contracciones de los músculos de la cara y toda la
actitud física en general, se acercan a
ese mismo estado que produce una risa descontrolada.
En esa carcajada sincera que salta de golpe y se prolonga en el tiempo más allá
de nuestra voluntad hay un siniestro parentesco con el llanto provenido del extremo
dolor. Su efecto catártico en común las hace tocarse diabólicamente.
Mientras expulso esta angustia contenida por meses con
todos los medios físicos que están a mi alcance, recuerdo a esos militantes que
(como bien ha dicho la Sra. Presidenta en estos días) de tan de izquierda, dan
la vuelta y aparecen por el otro lado, por el lado más de derecha del espectro
político luciendo boina y remera que los
identifica falsamente con una ideología que está hecha de aire.
La derrota es dura, pero más dura será la conciencia de
los que al leer (inevitablemente) estas líneas, vean reflejada su propia mierda
en ellas.
Pronto volverá a ser la risa la que me libere de la
opresión; por el momento los ojos nublados no me permiten proseguir con
No hay comentarios:
Publicar un comentario